jueves, 3 de febrero de 2011

¡TRANSFÓRMAME SEÑOR!

Pasaje Bíblico
¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. (Jeremías 18:6)
Introducción
El mundo siempre habla de cambios, pero todo lo que dicen que va hacer y dejar de hacer, es por su propia fuerza; por esto es que, siempre están en lo mismo y no consiguen cambiar. Es muy importante que reconozcamos que los cambios no los podemos hacer en nuestras propias fuerzas.
Por eso, vamos a hacer un compromiso de decir ¡Transfórmame tú Señor! Dios quiere transformar nuestra vida, pero desea nuestra participación en el asunto. Hay algo que Dios nunca va a poder hacer, y es la parte que nos corresponde. En otras palabras hacemos lo que debemos hacer y Dios hace lo que Él quiere. Dios nos dice: “haz lo que tú puedes y yo hago lo que quiero”. Dios necesita un poco de nosotros, para bendecirnos y transformarnos y hacer lo que anhela hacer en nuestras vidas.

El Mensaje: ¿Qué debemos hacer para que Dios nos Transforme?
Preguntémonos: ¿Qué es lo más difícil de hacer para Dios? ¿Será sanar un leproso? ¿Será sanar a una persona con Sida? ¿Levantar un muerto? ¿Abrir el Mar Rojo? ¿Hacer un milagro financiero? .Pues, ¡NO! Lo más difícil para Dios es transformarnos a nosotros.

Por ejemplo, ¿cuántos años le ha tomado a Dios cambiarle su mal carácter? Mucho, ¿verdad? ; ¿Por qué? Porque en este proceso, está involucrada nuestra voluntad; depende de que usted quiera el cambio.

¿Cuánto tiempo le ha llevado a Dios llevarlo a ser un hombre o una mujer valiente, segura y llena de fe? Por eso es que, cuando Dios logra formar o transformar a un hombre, lo guarda de una manera especial debido a que ya ha hecho una inversión en él y no está dispuesto a perderla.

¿Cuál es la inversión que Dios ha hecho en nosotros?
Dios ha invertido en nosotros su gloria (tiempo, dinero, conocimiento, virtud, dones, unción), que es un tesoro derramado en vasos de barro, para la excelencia del poder de Él y no de nosotros. Todo lo que tenemos es de Dios. Toda habilidad, don talento que tengamos es de Él, y nada lo podemos ofrecer, excepto nuestra obediencia y nuestra voluntad.

¿Qué nos sucederá si no hay una transformación en nuestro corazón?
• No recibiremos las bendiciones que Él tiene para nosotros.
• Dios no nos podrá usar como Él desea.
• Nos seguiremos haciendo daño a nosotros mismo y a otros. Esto lo ve usted en creyentes que nunca cambian, “son los mismos ayer y hoy”.

¿Qué debemos hacer para que Dios nos transforme?
• Acercarnos
¿Qué significa acercarse?
Empezar a hacer y amar lo que Dios hace y ama. Al acercarnos a Dios, vamos viendo nuestros defectos y faltas. Acercarse, significa leer la Palabra, orar, estar en su presencia; pues es allí. Que somos transformados. Veamos algunos factores resultantes de acercarnos a Dios:

a) El acercarse a Dios es un bien.
“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; He puesto en Jehová el Señor mi esperanza, Para contar todas tus obras. (Salmos 73:28)

b) Acercarse de labios solamente, no es suficiente.
“Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado”; (Isaías 29:13)

c) Acercarse con un corazón sincero.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. (Hebreos 4:16)

Ilustración: Imagínese usted que Dios diga: “El domingo me está adorando y el lunes me estás mintiendo en tu trabajo”, “el domingo me adoras y durante la semana no le hablas a nadie de mí”, “el domingo me adoras y el sábado estuviste en el boliche bailando” El acercarse a Dios y honrarlo con nuestros labios, no es suficiente para cambiar, solamente lo podemos lograr con su Presencia.

Cuando nos acercamos a Él, nos damos cuenta de la necesidad de cambios en nuestras vidas. Cuando estamos en su presencia, nos son reveladas las áreas que necesitamos transformar, y solamente lo podemos lograr con su presencia.

• Olvidar lo pasado.
Hay personas que son víctimas del pasado y no quieren olvidar lo que les hicieron.
“No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad. (Isaías 43:18-19)

La razón por la cual Dios no ha hecho algo nuevo en nosotros, es porque todavía estamos recordando el pasado; y tomamos muchas actitudes incorrectas como: lamentarnos, quejarnos, hablar de las victorias del pasado y de cómo Dios nos usaba, seguir con falta de perdón hacia el hermano que nos hirió, entre otros.
“Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría. (Eclesiastés 7:10)

No obstante, si le fallaste al Señor, ten presente que Él es un Dios de segundas oportunidades.
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”. (Lamentaciones 3:22-23)

• El estar conformes con la condición actual y no odiar el pecado lo suficiente.
“El temor de Jehová es aborrecer el mal; La soberbia y la arrogancia, el mal camino, Y la boca perversa, aborrezco”. (Proverbios 8:13)

Muchos están conformes como se encuentran en este momento y por eso no ven los cambios; porque hasta que no odien lo suficiente la condición de estar desagradando a Dios. El no puede empezar a hacer cosas mejores en nuestra vida

¿Está enojado por la falta de perseverancia, por el mal carácter, por no llevar fruto en el evangelismo, por no ser un buen padre, madre o hijo? ¿Estás enojado por ser un chismoso; por ser un creyente de doble ánimo, que vive de emociones, sintiéndose rechazado, supersensible y con falta de perdón? ¿Está enojado, harto cansado de los vicios, la pornografía, el alcohol? Si la respuesta es sí, entonces está listo para que Dios lo transforme.

Hay muchas mañas, vicios y costumbres, las cuales tenemos que desechar de nuestro sistema; y es en ese momento, que le damos derecho a Dios a Transformarnos.

Para desarrollar el temor de Dios en nuestras vidas, debemos amar lo que Dios ama y odiar lo que Él odia; en esto consiste el temor a Dios.

• El reconocimiento de nuestra condición.
Reconocimiento: es un acto humilde por medio del cual aceptamos abiertamente nuestras faltas, sin justificarnos ni excusarnos. En el momento en que reconocemos y le admitimos a Dios, a nosotros mismos y a los demás nuestras falta y debilidades, Dios empieza a obrar y transformarnos.

• La perseverancia en buscar la cura.
Perseverar es persistir, mantenerse firme en una actitud, en este caso, en buscar la cura. Para eso, hay algunas cosas que debemos hacer:

 Buscar versículos bíblicos que hablen de su problema; medítelos y vívalos.
 Busque liberación y sanidad interior.
 Distinguir si es una obra de la carne, o una influencia demoniaca.

• Renunciar a lo que debemos transformar.
Debemos morir a lo que desagrada a Dios. Cuando alguien renuncia a algo, está diciendo: “…esto ya no lo quiero en mi vida”

“… enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, (Tito 2:12)


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